“Comencé una huelga de hambre hasta que quedé como un mustio saco de hueso. Mi cuerpo dejó de menstruar, se cubrió de una pelusa y empecé a parecerme a un lobezno.”
“Terminé la primaria y a los catorce años quise suicidarme tomándome unas pastillas, pero el intento falló y seguí viva.”
“He tatuado mi cuerpo con dolor. No hay un centímetro de mi piel que no esté cubierto por alguna cicatriz.”
“Si fue una lucha conseguir la orden para que le sacaran las amígdalas, ahora, imagínense otra batalla en la EPS para que le dijeran qué tenía. Le dieron una cita con un psicólogo que luego la remitió a un psiquiatra. Le recetó unas pastas y unas terapias. Le dijo que si seguía el tratamiento con juicio se iba a mejorar. Pero ni se tomó las pastas ni se mejoró. Se puso peor.”
“Me impresionó sobre todo un muchacho muy joven, de 23 años, tan bello como un modelo de revista, totalmente esquizofrénico. Lo sacaban al jardín en las mañanas de sol, con su camisa de fuerza puesta encima de su pijama. Se veía tan frágil, pero había tratado de morder y patear a todo el que se le acercara.”
“Cuando cumplí los 13 años de edad pasé mi primer cumpleaños sin su compañía. Ella sola tomó un taxi y se internó en una clínica psiquiátrica. Allí le fue diagnosticado un trastorno afectivo, más conocido como depresión.”
Todos estos párrafos hacen parte de mi libro Melancólicas Anónimas, historias reales sobre la depresión la esperanza y el dolor. Éstos testimonios fueron y siguen siendo un grito de ayuda, proferido por mujeres valientes que buscaron y siguen buscando ayuda y que quieren que su mensaje se escuche fuerte y claro. Por favor en vez de juzgar empecemos a escuchar y respetar.
Han transcurrido 16 años desde que intenté suicidarme y he vivido infinidad de situaciones. Cambio de psiquiatra; reformulación de medicamentos y efectos secundarios de éstos; diversas terapias; personas empáticas; personas nada empáticas; estigmas; ignorancia y desconocimiento sobre los trastornos de afectividad.
El 10 de octubre se celebra el día de la salud mental en todo el mundo. La Organización mundial de la Salud (OMS) lo declaró un derecho humano universal.
Todavía falta recorrer mucho camino y sobre todo seguir generando conciencia de los problemas de salud mental en nuestro planeta.
Empiezo por mí.
Helena Rodríguez